El término hace referencia a una edición no autorizada de algún producto o servicio. Esto abarca desde música, películas y videojuegos, hasta libros y juguetes.
En el caso de los juguetes hablamos productos que no tienen licencia, aún cuando pueden utilizar referencias o imágenes de personajes de importantes franquicias para el mundo de la mercadotecnia.
En estos días es común encontrar figuras relacionadas con Star Wars, los personajes de Marvel o el mundo de Disney que son conocidas como “piratas”; todas estas, son parte de la industria bootleg.
Para las marcas esto representa perdidas importantes. Basta con reconocer que Walt Disney es actualmente la compañía que más licencias otorga en el mundo y la que más ganancias obtiene por ello, ya que sus ingresos por licensing ascienden a 56 mil 600 millones de dólares al año. La cifra podría ser mayor si todos los productos bootleg pagarán por el uso de sus derechos.
Específicamente en el mundo del coleccionismo, muchos de los productos que se desarrollan bajo este concepto han adquirido cierto valor que en el mercado se pueden pagar en miles de millones de dólares, hecho que deja mucho que estudiar sobre el comportamiento del consumidor.
Aunque podría pensarse que el espíritu de un coleccionista es tener un galería en donde “lo original” se vea privilegiado si importar el precio, la realidad es que la disposición por pagar grandes sumas de dinero por productos bootleg indican que el interés no está en este elemento. El estatus que lo original puede otorgar se ve opacado por la autenticidad que muchas propuestas bootleg traen consigo y aunque es un hecho que se trata de un sector que muchas veces opera bajo una violación grave de derechos de autor y uso no permitido de licencias, sería falso no indicar que alrededor de los mismos existe un gran negocio.